Wednesday, November 09, 2005

APUNTES DESDE EUROPA

Este es el texto en el cual me basé para hacer la serie "España en Jazz" que se transmitió en el otoño de 2004.
FRAGMENTOS DEL DIARIO FICTICIO DE ***


Recién desempacado de un viaje de dieciséis horas treinta minutos, bajando desde Paris, cruzando el sur hasta Burdeos, entrando al país vasco por San Sebastián y una vez más en las tierras del Cid, hasta la capital de España, Recién desempacado, decía yo, nuestro personaje se sienta frente al ordenador para intentar escribir una carta que no sabe como empezar y que por consiguiente tampoco acabará.
Y es que cada vez que mi querido amigo intenta esbozar unas palabras para contar lo que ha visto y oído en esta loca tourneé europea, las imágenes se amontonan, brincando irrespetuosas, al lado de sensaciones que tienen más que ver con el oir; se mezclan olores con pensamientos, fugaces rostros de mujeres con calles recorridas por primera vez; cielos y la visión de tres océanos, cada uno con su espuma y sus negras rocas.
Por otro lado, algo extraño debe pasar por la cabeza de este muchachito, pues cada vez que quiere "escribir" empieza primero por "describir", luego por "subvertir" y termina por "confundir". Lo más extraño es que, en el caso de redactar el hipotético mensaje, este chaval no sabría como firmarlo, pues en su inconsciente se pelean por la autoría intelectual de sus mamotretos un fulano que se hace llamar Jacobo Trane; un personaje de cómic imposible llamado Capitán Mosca, y el que responde al poco elegante apelativo de "chúntaro" (y a veces con el bastante naco complemento de "style", o sea: "chuntarostail").

Por lo tanto yo, o mejor dicho Yo, en uso -y abuso- de sus facultades (?), redacto el mensaje con trozos de lo que pasa, lo que pasó, lo que a lo mejor pasó y lo que sin duda no pasó pero existe, eso que no puede ser contado, eso que es real precisamente porque nadie va a saberlo, ni siquiera nuestro bastante ya cansado viajero, nuestro feliz argonauta que tiene nombre, pero que en una carretera del viejo continente lo olvidó.

Vayamos, pues, por partes.




PRELUDIO CON LLUVIA

*** lleva una semana en Madrid y a veces se siente como si fuera posible estar en cualquier parte. "Las ciudades son las mismas siempre -dice- Un poco de lluvia, rostros grises y de repente una chispa de luz en la carcajada de una muchacha, un guiño al vendedor de tabaco, un edificio que baila jazz...

La primer cosa que hizo el mexicano de gorra y vaqueros que anda por estos lares fue acercarse al jazz. Consiguió dar con el "Johnny", el colegio mayor San Juan Evangelista que organiza conciertos desde hace 40 años. Conoció a Eduardo Santana, el responsable de prensa, un carnal de las Canarias bien simpático que le abrió las puertas de la sala para presenciar, según dice ***, algunos de los mejores conciertos de su vida.

Pero no sólo el jazz le llena los adentros al muchachito; también están los ojos de Magali, ojos inmensos que rebosan ternura y fuerza, que seducen. Ojos que pueden encender las luces de cada árbol en esta ciudad. Y mientras *** va descubriendo calles nuevas, edificios, plazuelas con niños gritones y la delicia de paladear cigarros con sabores picantes, los ojos de la Maga le provocan un ligero temblor y una sonrisa.

Así han sido estos días para ***; días de largas, muy largas caminatas y muchas y buenas lecturas, cazando libros en pequeños establecimientos o en la feria del libro de ocasión que está en La Castellana, andando mucho, comiendo italiano, indonesio, peruano y tailandés. Y por supuesto el jazz; las emisiones en Radio 3 y Radio Círculo, las charlas con el Cifu y con Raúl Mao, director de la revista cuadernos de Jazz; escuchando los discos de Magali, que tiene muy buenos, por cierto, y finalmente hay que mencionar el concierto de Arto Lindsay en La Casa Encendida, mirado a volapié con una entrada de 2 euros que le regaló nuestro amigo una bella desconocida.

Y más como una enorme escenografía, rubricando las noches de jazz y los ojos de la Maga, está el ese Madrid Monumental, el de los grandes edificios, los autobuses nuevos, las calles limpias y el cielo nuboso. El Madrid de los miles de rostros que caminan de prisa, rostros hermosos de mujeres blancas hasta el descaro, de los ecuatorianos huidizos y los chinos que no se dejan ver; de los negros y su desparpajo, de las putas de Montera y los vendedores del rastro. Ese Madrid que no duerme, que seduce con tanta música y tantos olores. La puerta de Alcalá y el Retiro con sus estanques y sus lectoras del tarot. Los espontáneos haciendo el cante en La Soleá y la Julieta Venegas cantando en la salita de la Fnac. Pero también las cercanías: Toledo, Segovia, El Escorial; y también por supuesto el Thyssen Bornemisza, donde ese mexicano enfundado en negro siempre, mochila al hombro y ojos húmedos casi se dobla en la conmoción cuando tuvo frente a sí "El bosque de Marly" de Pisarro y "Marrón y plata" de Pollock.



1

-Sire, ya te he hablado de todas las ciudades que conozco.
-Queda una de la que no hablas jamás.
Marco Polo inclinó la cabeza
-Venecia- dijo el Kan
Marco sonrió
-¿Y de qué crees que te hablaba?
El emperador no pestañeó.
-Sin embargo, nunca te he oído pronunciar su nombre.
Y Polo:
-Cada vez que describo una ciudad digo algo de Venecia.

Italo Calvino,
Las Ciudades Invisibles


Invisibles o no, las ciudades-promesa de Calvino se materializan en los viajes de aquel que decide olvidar su propio nombre y se pega a los muros, al humo, a las piedras y al agua de cada lugar a donde llega. Así fue como *** empacó un par de camisas, unos pantalones de repuesto, el micrófono y el cacharro de grabar, y se largó al sur, a la Granada Bendita que sueña a ser la todavía Hermosa, la llena de perfumes en sus rojos tejados. Granada fue la gitana que trapichea con el azoro bobalicón de turistas y curiosos, pero fue también caminar por el lado del río, tomarse un café con Kiko y hablar de música; escuchar a la Cassandra Wilson y subir a la Alhambra para mirar lo que ya existía en el subconsciente, en las lecturas de Washington Irving y en la armonía de Albeniz. Luego, *** se metió a un cine horrible para escuchar en un doblaje más horrible aún la todavía más horrible versión gringa de Troya. Como untarle caca a un Picasso, tío (con perdón).

El viaje no se detiene, o mejor dicho es el viajero que no para, pasando del cansancio al estupor y viceversa. Valencia fue mujer y fue ciudad tras once largas horas de autobús, que aunque fatigosas tuvieron su recompensa, pues *** pudo ver toda la costa del Mediterráneo y un par de lugares que llamaron su atención: Alicante, Gadía, y por supuesto Benidorm, el pequeño paraíso vuelto destino de playa para las bermudas y los lentes de sol de jubilados aburridos y de chicos con ganas de marcha. Valencia llegó, pues, y con ella Celia y su precioso acento y sus grandes ojos y su música. el jazz de nuevo, la complicidad, una jam session trasnochada y la caminata de madrugada por ese viejo casco, la lonja, el mercado, la catedral, el sinuoso curso del Turia...

Y al fin, Barcelona, abrazada en el mar con sus veintidós millas de playa, con un Forum de esos que adoran las buenas e intachables conciencias de los políticamente correctos, con el barrio Gótico bastante traqueteado, con unas Ramblas de pena ajena, con Imma, su hospitalidad y su hermoso piso en una casa medieval, al lado del Borne, pegadita al museo Picasso, con un pequeño cuarto donde*** dormitó junto a una ventana por la que se asomaban unas gárgolas bastante convincentes.

Y por supuesto, Gaudí.

Gaudí otra vez, siempre con su presencia de niño travieso, de monstruo febril. Con los colores y la matemática mágica de una mano que al parecer nunca tembló, salvo en el trance de la oración y quizás cuando el tranvía infame lo abrazaba con hierro. Gaudí es ahora parte del baúl de las querencias, donde se amontonan en amoroso orden todas las cosas que marcan, que penetran. Gaudí confirma que toda la vida tiene música, hoy y siempre.

Entonces, podría casi decir que Barcelona fue para *** sobretodo Gaudí y el jazz, las conversaciones con el argentino Bazzola y su hermoso disco "Alas", la visita a la casa del Pere en Badalona y las maquetas de su próxima grabación; las jam sessions en Jamboree y la Jazz Cava del Drac. Una semana entera y se acabó, a volar a Berlín.


2


"Visitar museos o sumergirse en la contemplación entusiasta de viejas piedras bien conservadas está de acuerdo con la idea que tenemos del Hombre Culto; sin embargo, la observación de las ciudades que están ante nuestros ojos nos acercan más a la comprensión de la vida urbana"

Thierry dutour.
La Ciudad Medieval

Llegó *** a Berlín vía avión, pues el muy ingenuo no había calculado la distancia entre Barcelona y la capital alemana. Al final decidió volar, porque era más cómodo y bastante más barato. Aterrizó un par de horas mas tarde en Schoenefeld, en una barriada infame hasta donde lo tuvo que ir a buscar Harald Zeller. Harald y Gisela lo han recibido de manera muy generosa, le han abierto las puertas de su casa y le han contribuido en la aventura revelándole varios secretos de esta ciudad que es una sorpresa en sí misma. Tanta agua y tanto verdor estaban fuera de la Berlín imaginada por nuestro amigo, así que no bien afirmó ambos pies en suelo teutón, comenzó el ritual de las largas caminatas que lo han conducido primero por el metro y los buses, y luego por las largas avenidas que atraviesan el Tiergarten y que conducen hasta Siegessäule, la Columna de la Victoria, aquella que *** vio por primera vez en Las Alas del Deseo de Wenders. Con paso firme *** ascendió los 74 metros que separan el suelo de los pies de la dama alada, y por unos instantes pasó en su mente la imagen de Bono en blanco y negro, cantándole al oído a la dorada efigie.

*** continuó así su recorrido, maravillado y sintiéndose bendecido de estar aquí, bajo esta luz, en medio de la inmensidad vestida de verde, al borde de unas lágrimas que nunca terminan de caer, con ganas !cuántas ganas! de postrarse una y otra vez, deseando llenarse los ojos, el cuerpo y el corazón, guardar todo en la memoria para que luego ésta se transmita a las manos que un día habrán de acariciar a esa Abigail que, en su fiebre viajera, *** se ha inventado, y por quien compone sonetos imposibles que jamás anota, porque la verdad es que ese famoso cuaderno de notas, ese diario de viaje no existe, no existe nada, sólo estas palabras que yo voy cazando al vuelo, pues nuestro héroe (¿antihéroe?) ha decidido concientemente no registrar ni un nombre de calle, ni una palabra nueva, ni un recuerdo que necesite perpetuarse en papel, como si esta acción fuera una manera de protestar por no tener a nadie al lado para compartir esta experiencia, alguien como su hermana, por ejemplo o aquel amigo bajista al que le haría tanto bien salir, echar una mirada hacia afuera; o quizás, en el colmo del absurdo, aquella bailarina de los sueños...

En Berlín *** tuvo la oportunidad de visitar grandes museos como el de Pergamo, el Museo Judío que es una maravilla de arquitectura, de museística y de memoria histórica; el pequeñito pero invaluable archivo de la Bauhaus y el museo del Checkpoint Charlie, donde antaño estuviera el punto de revisión para el cruce entre las dos Alemanias. Pudo ver también el fragmento del muro que ahora alberga una colección de fotografías titulada "Topografía del Terror", una retrospectiva cojonuda de Cartier Bresson y -¡Oh Fortuna!- las más de 300 piezas que el MoMA prestó a la capital alemana por seis meses, por lo que además de contemplar todos los Picasos, Van Gogh, Monet, Klee, Kandinski, Juan Gris, Rodin y Gauguin, tuvo ante sí cuatro Pollock que lo dejaron turulato. Es que Jackson Pollock tiene una fuerza y una expresividad brutal, que a *** siempre le ha parecido agresiva, seductora, fragil, tremendamente oscura con destellos de luz como dagas filosas. bueno, que casi casi han tenido que correrle para sacarlo de ahí.

Es cierto, visitó y miró y tal, pero sin duda lo que se lleva en el corazón nuestro amiguito es la arquitectura de Berlín; sus calles, los canales, la vegetación abundante, el vaho que por las mañanas desprenden las hojas de cada jardín, de cada árbol. Berlín es mucho más que piedras y museos; es la gente, gente como Harald y Gisela, como el conductor de autobús siempre amable, como el mesero italiano que olvida lo que se le ordena porque la noche anterior se fue de copas. En fin, que Berlín ha sido la azorada contemplación de la arquitectura más variada, del ordenamiento urbano más funcional. Y ha sido por supuesto la celebración alocada de los partidos de fútbol de la Euro copa transmitidos en el Sony Center.


INTERLUDIO: CARTA A ABIGAÍL


Querida Abigail:

Te escribo desde la comodidad de un lugar que se llama La Casa Encendida; una especie de centro cultural para estudiantes que tiene un montón de proyectos, talleres, cursos y conciertos. Pues aquí estoy, escribiéndote finalmente luego de pensarlo un buen rato.

Haz de saber que vine a Europa movido por la inquietud de abrir horizontes; pero esos horizontes poco han tenido que ver con el descubrimiento de una nueva geografía; han sido más bien recorridos interiores, paisajes míos que se develan poco a poco, como si hubiera estado ciego para ver una parte de las tierras, los valles y las montañas que habitan dentro de mí.

Quizás por esto mi carta te habla a ti, porque sé que tú sabes a lo que me refiero, Abigail. Cuando uno se asoma y no ve a nadie uno piensa que no hay nadie, pero no es así. Habitan nuestro entorno multitudes, y entonces la soledad ya no es lo que se pensaba.

¿Sabes? Creo que lo que más me ha impactado de esta experiencia es justamente mi concepto de la soledad. Yo pensaba que sabía lo suficiente de ella como para hablarle de tú; creía que la soledad era una dama blanca con una rosa entre los labios fríos. Imaginaba que la soledad era alguien con quien se puede conversar cuando no hay nadie más. En fin; que mi idea de la soledad estaba más influida por lo que yo "sabía" que por lo que de verdad había experimentado.

"Entender no es saber" dice Ludwig, y eso se ha cumplido a cabalidad conmigo aquí, en Europa, en medio de la monumental Madrid; de camino a Lisboa y en aquella ciudad donde la música es un mar cruzado por barcazas azules, donde se canta al hablar y donde las guitarras son a veces de piedra. Lisboa con sus calles que suben hasta no se sabe donde; con sus tranvías y sus mujeres, con el futbol y el fado.
"Entender no es saber", Así ha sido también en Santander; el mar helado azotando contra las escolleras de Isla Magdalena. La arquitectura llena de luz y de modernidad en una ciudad centenaria y pudiente. El mercado de México, los pescadores, un casino y bikinis en la playa. La luz que se difumina en una vieja pensión frente a la grúa de piedra.
"Entender no es saber" en el camino a los Picos de Europa, cruzando el Ebro en su punto más al norte y después un montón de riachuelos y gargantas, hasta llegar a San Vicente de la Barquera y su Bahía; y luego continuar: Tablada del Rudrón, Unquera, Panes... y finalmente el punto más alto de los puertos que cruzan Cantabria, Castilla y León. Una conversación interminable con José Manuel mientras subimos y bajamos montañas en la vieja furgoneta Citrôen; un café y horas de charla en Potes, en el Mirador de Cahecho; en el restaurant de Jose Luis en La Vega, en la minúscula casita de Ledantes. Un viaje casi iniciático a la gran Vega del Valle de Liébana... pero, "entender no es saber"

Abigail: tu que me entiendes lo que digo, sabrás lo que se siente mientras desfilan tantas imágenes enteramente nuevas frente a los ojos. Tantos sonidos, tanta gente. Aquí la conversación con uno mismo deja de ser murmullo y se hace grito ensordecedor. Las cosas olvidadas se revelan de nuevo. Los olvidos, las distancias, las sensaciones que un día nos hicieron temblar hasta el desmayo. Las palabras, la música. Todo es nuevo. todo se funda nuevamente. Y no son los lugares, ni es la lejanía, vamos, ni siquiera la soledad que uno creía entender... Es simplemente una manera de estar aquí, con uno mismo.

Bueno; yo me pregunto ahora por qué te escribo a ti, si mis amigos en Oaxaca esperan que les dedique unas líneas; pero, sabes, no pude evitarlo. Perdonarás que esta carta la lean ellos también; es un pretexto para confirmar de a poco tu existencia, sabiendo que ahí has estado todo este tiempo, y que cuando llegue el momento para que esta carta pase por tu mirada te provoque al menos una sonrisa.

Oye, Abigail, Haz de saber que al Doktor y a mi nos dieron mención honorífica en la Bienal de Radio. Lo comparto contigo y con los demás porque me llena de alegría que así haya sido. Quiero decir también que los colegas de la radio que he conocido son todos muy majos, como dicen aquí. Poco a poco estoy conociendo a la banda; sigo tomando clases de cajón con José Antonio y espero estar en Granada el 28 para ver a Cassandra Wilson, a ver si mis recuerdos y los de la Clarisa, que la vió en 97 coinciden en algo.

Va un abrazo, Abigail. Encendido como la casa donde estoy, ardiendo en el lento fuego de una sensación que no quiere tener nombre, ni apellido ni nada. Así como tu, a quien he tenido que nombrar como en los sueños, aunque igual hubieras podido llamarte Octubre o Llovizna o Carcajada.

A través de ti van mis saludos a todos los amigos que están haciéndose su vida allá en Oaxaca. A todos los extraño y pienso mucho en ellos... y pienso, y pienso.

Pero, como dijo el poeta y al fin lo comprendo:

"Entender no es saber"


tuyo por siempre:
oxama


3

La tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba esperanza; y la esperanza no avergüenza...

Romanos 5:3-5


Pues claro, finalmente las cosas tuvieron su justa medida y su justa consecuencia; fue entonces cuando *** se sintió cansado, muy cansado. Fue al llegar a Paris, despues de mirar amanecer en la orilla izquierda del Sena, cargando aquel mochilón y caminando rumbo a las Tullerías. Al llegar, se sentó junto a una fuente y se quedó dormido. Al día siguiente, ya instalado en el piso de Penelope y listo para adentrarse en la ciudad, no halló fuerzas para hacerlo, y entonces comprendió que él nunca se preparó psicológicamente para este viaje; él simplemente dijo "me voy a Europa, luego regreso" como quien va por tortillas o por el pan, así que todo ese cansancio acumulado de tantos viajes, tantas emociones, tanta gente y cosas nuevas, todo ese agitarse del interior, los diversos matices de la soledad que ha vivido en las ciudades; todo ello, pues, le estaban reclamando un momento de sosiego.

Pero también comprendió que, si estaba llegando a feliz término la aventura, el merito no era más que de El, que le ha acompañado siempre, que le ha escuchado y reconfortado. El, que en la intimidad le ha revelado las caras infinitas que esconde el interior; El, que en el colmo de Su Amor de Padre, la he cumplido sus pequeños gustos y veladas exigencias, como cuando le guió hasta la esquina exacta de la Sagrada Familia para encontrar lo que estaba buscando, o como cuando le dijo un día a Harald: "Cómo me gustaría escuchar un conjunto orquestal europeo", y dos semanas después, sin proponérselo, se encontró en primera fila, frente al enorme Kurt Masur, escuchando a la Orquesta Nacional de Francia, bajo la pirámide del Louvre, bajo la lluvia fina de ese 21 de junio, bajo las notas de "Cuadros de una Exposición" que lo hicieron llorar justo cuando la gran puerta de Kiev se abría. Así que, si alguien es el guía, el maestro, el responsable, el que se lleve el honor y la gloria, ese es El, El Señor, El Padre eterno.



4

¡No..!, ¡muy poquito, muy poquito!

"
La bala" canción popular


Así pues, llega el momento de volver a México, y conste que no he dicho "regreso", pues nunca se regresa en realidad. Cada quien se irá a sus asuntos y la crónica de este periplo europeo termina donde empezó: en el entusiasmo por vivir, en el descubrimiento de uno mismo, en la posibilidad de un nuevo viaje. Quedan ahí las caminatas, la gente, las lecturas, la música. El Capitán Mosca volverá de vez en cuando a escribir sus mamotretos que pretenden ser incendiarios; Jacobo Trane seguirá tratando de pergeñar ese libro imposible, y *** a lo mejor ya no se deje ver. Pero sin duda que un día de estos nos encontraremos.

Perdonad la brevedad de la misiva, y recordad siempre lo dicho por Fray Servando: Si el asunto es trágico, mi genio es festivo.

Órale pues.